En una sociedad donde los medios de comunicación ocupan un lugar central como constructores de realidades, la tensión entre su rol social y su mercantilización es un tema de debate constante. Esta dualidad ha sido analizada por diferentes especialistas, quienes cuestionan la capacidad de los medios para equilibrar sus intereses comerciales con su responsabilidad de fortalecer la democracia.

El espectáculo del dolor: La ética en cuestión
El filósofo Tomás Abraham, en una intervención en el programa Televisión Registrada, expresó su repudio hacia la explotación mediática de contenidos sensibles:
“Los medios juegan con la escabrosidad, y eso es lamentable; eso no educa a la gente, al contrario, la hace disfrutar”.
Su crítica hace eco de una preocupación más amplia: la tendencia de los medios a priorizar el impacto emocional sobre la responsabilidad ética, transformando el dolor en espectáculo. La escena de un niño llorando mientras su padre es llevado a prisión no debería haber sido difundida, señala Abraham, ejemplificando cómo el sensacionalismo erosiona la función educativa de la comunicación.

Mercantilización: La dicotomía del valor
El sociólogo Daniel Marino, en su texto Politizar la comunicación, subraya que los medios operan con una mercancía de doble valor:
• Por un lado, son productores de discursos y significados, elementos clave en la construcción del sentido social.
• Por otro lado, en un sistema comercial privado, los significados se producen con fines económicos, sometiendo la comunicación a la lógica de mercado.
Según Marino, esta estructura convierte la información en un proceso unidireccional, donde los emisores distribuyen contenido a una audiencia pasiva, sin espacio para el diálogo. Esta lógica de funcionamiento, adoptada por razones económicas, contrasta con las aspiraciones democráticas de participación activa.
La teoría de la espiral del silencio, propuesta por la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann, complementa esta crítica al sugerir que los medios refuerzan ciertas opiniones dominantes mientras marginan otras, coartando la pluralidad. Esto perpetúa un desequilibrio que limita la expresión de voces disidentes por temor al aislamiento social.

La mercantilización del consenso
En Más democracia para la democracia (Marino y Rodríguez), los autores afirman que los medios no solo poseen un valor económico, sino que actúan como vehículos para construir consensos. Sin embargo, el consenso generado bajo las reglas del mercado compromete su calidad democrática, pues los significados distribuidos están moldeados por intereses comerciales.
Esta idea se conecta con los conceptos del filósofo y sociólogo francés Pierre Bourdieu, quien describe cómo la televisión y los medios masivos ejercen una forma de “violencia simbólica”. Según Bourdieu, los medios no solo reflejan la realidad, sino que la estructuran al seleccionar qué hechos merecen atención, subordinando los intereses sociales a las demandas del mercado.

Los medios y la educación: Fragmentación y televisión
La investigadora Mónica Beltrán, en El Estado en el medio, destaca la relevancia de los medios en la educación. Según Beltrán, los estudiantes provienen de contextos diversos marcados por la fragmentación, la heterogeneidad y el consumo televisivo. Los contenidos televisivos se convierten en la fuente común de conocimiento y valores, influyendo de manera decisiva en el proceso de socialización.
El teórico de la comunicación Marshall McLuhan argumenta que “el medio es el mensaje”, una idea que refuerza la afirmación de Beltrán: el canal utilizado para comunicar moldea el contenido y sus significados. En este sentido, la preponderancia de los medios masivos condiciona las percepciones de la realidad, afectando tanto la educación formal como los discursos públicos.

Un llamado a la responsabilidad
Los medios de comunicación son actores fundamentales en las democracias modernas. Sin embargo, su potencial para enriquecer el debate público y fomentar una ciudadanía informada se ve limitado por su sometimiento a la mercantilización. Como señala Jesús Martín-Barbero, la comunicación debe concebirse como un espacio para la participación cultural y la creación de significados compartidos, no como un mero instrumento de lucro.
En conclusión, el desafío contemporáneo radica en reconciliar la función económica de los medios con su misión social. Para ello, es crucial una regulación que garantice la pluralidad de voces, el acceso equitativo a la información y una ética periodística que privilegie la dignidad humana sobre el espectáculo. Solo así los medios podrán cumplir su promesa de ser verdaderos pilares de la democracia.