La Segunda Guerra Mundial: Grandes formatos y el auge del fotoperiodismo
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), revistas como Life —fundamental en la difusión de imágenes icónicas— popularizaron el fotoperiodismo. Las cámaras más utilizadas en este periodo fueron las Graflex Speed Graphic y Crown Graphic, de formato 4×5 pulgadas.
Estas cámaras de placas, con fuelle y telémetro externo, requerían habilidad para operar. Cada disparo exigía cambiar manualmente la placa de película. A pesar de su lentitud, ofrecían negativos de alta calidad, esenciales para las impresiones en revistas de la época. Fotógrafos como Robert Capa son famosos por su obra en el Día D. Ellos adoptaron cámaras de 35 mm como la Leica III. Estas cámaras eran más compactas y ágiles, aunque con menor resolución.
El uso de Kodachrome fue un dato clave. Esta película en color fue introducida en 1936. Permitió documentar la guerra con un realismo sin precedentes. Sin embargo, la mayoría de las imágenes publicadas seguían siendo en blanco y negro por costos de impresión.

Corea y los años 50: La transición de las cámaras hacia la movilidad
En la guerra de Corea (1950-1953), la Rolleiflex de formato medio (120 mm) ganó terreno. Con su diseño de doble lente y negativos de 6×6 cm, equilibraba calidad y portabilidad. Fotógrafos como David Douglas Duncan son conocidos por sus retratos en Corea y Vietnam.
Ellos utilizaron esta cámara. Capturaron escenas íntimas y dinámicas. Aunque el 35 mm aún no dominaba, modelos como la Nikon S comenzaron a usarse en conflictos. Esta cámara es la predecesora de la emblemática Nikon F. Anticipó un cambio técnico.

Vietnam: La revolución de los 35 mm y el zoom óptico en las cámaras
Para la guerra de Vietnam (1955-1975), la Nikon F —lanzada en 1959— se convirtió en estándar. Resistente, modular y compatible con teleobjetivos como el Nikkor 180 mm f/2.8, permitió capturar combates a distancia.
Junto a ella, la Leica M3 destacó por su precisión en entornos caóticos. El uso de películas más rápidas, como la Kodak Tri-X (ISO 400), facilitó imágenes en condiciones de poca luz. La transmisión por radiofoto aceleró la llegada de imágenes a las redacciones.
Fotografías emblemáticas incluyen la ejecución en Saigón. Eddie Adams la tomó en 1968 con una Pentax Spotmatic. Estas fotos muestran el poder narrativo de los 35 mm. La fotografía de la niña Kim Phuc capturada por Nick Ut en 1972 con una Leica M2 también lo demuestra. Además, las cámaras comenzaron a incorporar fotómetros integrados, reduciendo errores de exposición.

Post-Vietnam: Autofoco, digitalización y nuevos desafíos
En los 80, la Canon AE-1 tenía exposición automática. La Nikon F3, usada en la Guerra de las Malvinas (1982), marcó la transición hacia la automatización. La primera guerra del Golfo (1990-1991) fue testigo del uso experimental de cámaras digitales. Un ejemplo es la Kodak DCS 100. Sin embargo, el revelado químico seguía vigente.
En el siglo XXI, conflictos como Irak y Afganistán se documentaron con DSLR. Modelos como la Canon EOS 1D o la Nikon D3 son capaces de grabar video HD. No obstante, fotógrafos como Tim Hetherington combinaron tecnología moderna con técnicas analógicas para lograr estéticas particulares.

Legado y preservación histórica
Hoy, cámaras como la Speed Graphic o la Nikon F son piezas de museo, pero su influencia persiste. Proyectos como The Vietnam War de Ken Burns utilizan archivos de Life y AP. Estos recuerdan que estas herramientas no solo documentaron la guerra. También moldearon la percepción pública de ella.
En la era digital, el fotoperiodismo ha adoptado tecnologías revolucionarias que combinan velocidad, precisión y adaptabilidad. Las cámaras mirrorless de alta gama, como la Sony A9 III o la Canon R3, dominan los conflictos actuales. Ofrecen disparos en silencio y seguimiento de enfoque asistido por IA para rostros y movimientos en tiempo real. Además, tienen capacidades de video en 8K para contenido multimedia.
Sensores de alta sensibilidad (ISO 51200 o superior) permiten capturar escenas en condiciones críticas de poca luz. Esto es crucial en noches en zonas de combate urbano. La conectividad instantánea vía satélite o redes 5G permite transmitir imágenes a redacciones en segundos. Este avance es clave en guerras como la de Ucrania.

Sin embargo, este progreso plantea dilemas éticos. La manipulación mediante inteligencia artificial o deepfakes requiere un periodismo más riguroso que nunca. Aunque los drones y los smartphones se integran como herramientas complementarias, la esencia perdura. Detrás de cada imagen, sigue estando la mirada humana. Es ella la que decide qué contar y cómo hacerlo, incluso bajo el fuego.