La ciudad de Bahía Blanca y la localidad de Cabildo, con profunda tristeza y un pesar que se entrelaza con gratitud, despiden a un prócer de las letras y la educación: el profesor Ángel Vanzolini, cuyo nombre quedará grabado en la memoria colectiva como sinónimo de entrega, sabiduría y pasión inquebrantable. El pasado viernes 14 de marzo falleció en su hogar a los 101 años.
Nacido en Ingeniero White y forjado en el crisol de Bahía Blanca, Vanzolini fue un arquitecto de almas. Desde las aulas del Instituto Nuestra Señora del Sur de Cabildo, donde sembró semillas de curiosidad y rigor intelectual, hasta las cátedras universitarias de la Universidad Nacional del Sur, su voz resonó como un llamado pastoril al conocimiento. No solo enseñó literatura; encarnó el espíritu de Homero, guiando a sus alumnos por los laberintos de la épica medieval, las complejidades de Borges y la audacia de las vanguardias contemporáneas.
“La ciudad fue, lo es y lo será la bahía del encuentro no solo de las almas y de los cuerpos, sino también de las esperanzas, ambiciones, inquietudes, cuya meta siempre será el triunfo del amor, como lo fue para ellos oscuros inmigrantes que un día dejaron su tierra armada para concretar una ilusión.”, Ángel Vanzolini en “La bahía del encuentro (el triunfo del amor)”.
Su labor en la localidad de Cabildo trascendió lo académico. En cada clase, tejía historias que unían a Iberoamérica con Europa, transformando lecciones en viajes donde los jóvenes descubrían que las palabras podían ser puentes hacia mundos desconocidos. Como supervisor educativo en la región sur del país, defendió con fervor la calidad de la enseñanza, erigiéndose en custodio de un futuro donde la educación fuera luz, no privilegio.

Ángel Vanzolini formó grandes seres humanos
“Margarita, esos chicos dejarán de ser extraños para vos en cuanto te hagas amiga de ellos y te querrán, ya lo verás y vos también los querrás”, Ángel Vanzolini en “La muerte del ruiseñor”.
Más allá del erudito, brilló el ser humano. el autor de numerosas publicaciones en “Oeuvres et Critiques” no solo transmitió saberes; modeló corazones. Con una bondad que desafiaba la indiferencia y una integridad inquebrantable, forjó en sus alumnos y amigos los valores que hoy son su legado invisible: el respeto por la diversidad, la tenacidad ante la adversidad y la convicción de que la empatía es la raíz de toda grandeza.
En las aulas del Instituto Nuestra Señora del Sur, en las tertulias literarias o en las sencillas charlas frente a un café, su presencia era un refugio de sabiduría y calidez. Aquellos que tuvieron el honor de caminar a su lado aprendieron, sobre todo, que la excelencia académica y la nobleza del alma no son caminos separados, sino un mismo sendero.
Vanzolini, el escritor, fue un narrador de universos. Novelas como La bahía del encuentro —donde el amor triunfa entre mareas y destinos— o Un barrio en el barro, retrato de luchas cotidianas elevadas a poesía, revelaron su capacidad para convertir lo local en universal. Sus traducciones, como El cantar de las tropas de Igor, fueron actos de amor a la palabra, puentes entre culturas.

De la tinta a la acción: su legado en Bahía Blanca
Pero su obra magna fue la comunidad que ayudó a construir. Fundador de gremios, periodista en La Nueva Provincia, y voz en LU7 Radio San Martín, su compromiso con la justicia y la cultura hizo de Bahía Blanca un faro intelectual. En cada reseña, en cada debate, desafiaba a su tiempo a pensar más allá de las fronteras.
Hoy, mientras el ruiseñor de sus letras calla, su eco perdura. Los pasillos del Instituto Nuestra Señora del Sur, las aulas de la UNS, y las páginas de sus libros seguirán susurrando su legado: un hombre que no solo enseñó a leer, sino a vivir con los ojos abiertos a la belleza y la crítica.
Descanse en paz, maestro. Su épica no termina aquí; vive en cada alumno que alza la voz, en cada libro que se abre y en el viento que recorre la bahía, llevando consigo la poética trayectoria de su vida.

Eterna gratitud a su vida
“No quedó pendiente nada que pudiera obstaculizar el desarrollo del combate y el emisario se llevó la aceptación del reto más el día y la hora para el combate, que sería a primera sangre, pues si alguno resultaba lastimado, tendría que ser retirado del campo, por tanto, la lucha terminaría y ese grupo sería el perdedor”, Ángel Vanzolini en “Un barrio en el barro”.
Bajo el cielo azul y gris que inspiró sus versos, Bahía Blanca y Cabildo levantan sus voces en un adiós sereno, no de luto, sino de gratitud eterna. Allí donde el viento acaricia la bahía y las páginas de sus libros revelan verdades, su espíritu pervive: en el latido de las aulas, en el eco de las olas del encuentro y en cada ruiseñor que canta, libre, sobre el barro transformado en poesía. Así lo consagra el horizonte que él dibujó con tinta y alma”.